La Hermana Teresa su existencia
La Hermana Teresa nació el 12 de Julio de 1908 y partió el 12 de Julio de 1976 a los 68 años.
Su vida cuando estuvo entre nosotros nunca fue fácil a pesar de haber venido a este plano con dones maravillosos. Casada de muy joven con su primer esposo Lázaro López dio luz a tres hijos, Lázaro Osvaldo López, Rosa Esther López y Clotilde Esmeralda. La vida con su marido fue muy difícil pues se trataba de un enfermo alcohólico y un maltratador. A esto se le agregaban sus dones que no entendía aún que hasta sus hijos le decían que estaba loca.
Unos meses después de la muerte de su esposo Lázaro y debido a las cosas extrañas que veía y escuchaba concurrió con sus hijas a un médico. Este profesional era miembro de una Sociedad Espiritista de la Ciudad de Bahía Blanca, y le aconsejó que concurriera a ese lugar donde seguramente encontraría muchas explicaciones a lo que le sucedía.
Fue así como una tarde de Junio del año 1955 y a sus 48 años concurrió con sus dos hijas a dicha Institución practicantes de la Religión Espiritista.
En esa su primera visita a esa Sociedad Espírita habló mucho de sus problemas e hizo muchas preguntas. Allí los que conocían la Ciencia del Espiritismo le dieron explicaciones hasta dónde era posible dárselas y ella prometió volver. Cuando se marchó con sus hijas tuvo la sensación de haber hallado un camino, de estar ante un gran portal abierto de par en par, y ante un camino ilimitado que empezaría a recorrer tras una larga espera y el tiempo le demostraría luego que no estaba equivocada.
Imaginen por un momento que no sabemos que nos está pasando y vamos a un lugar donde comenzamos a encontrar explicaciones a las cosas extrañas que estamos viviendo y no entendemos.
Siguió concurriendo las tardes de los sábados, que era el día que esa Institución abría las puertas para todos aquellos interesados en conocer El Espiritismo, y que debían pasar por un período de preparación antes de asistir a las sesiones espiritistas.
Tenía un gran entusiasmo les contaba a esos hermanos nuevos relatos; sus facultades se hacían cada vez más notorias. Ya no se trataba de un viaje al espacio de vez en cuando, era noche tras noche que recorría muchos lugares. Tampoco eran ya simples paseos sólo mirando, sino que había comenzado a tener dificultades. Se sentía como vigilada, como perseguida por grupos de espíritus a veces con aspecto desagradable y en actitudes nada tranquilizadoras.
Iba de asombro en asombro; su vida se iba transformando rápidamente. Los simples síntomas referentes a una Mediumnidad de transporte, notados desde tiempo atrás en forma espaciada, ahora se hacían permanentes. Volaba al espacio, veía una multitud de espíritus, escuchaba muchas voces que le hablaban alentándola, otras, en cambio, burlándose. Siempre ansiaba la llegada de los sábados para contar todo ello a los hermanos de la Institución, los únicos que podían entenderla y darle explicaciones. En ellos confiaba plenamente. Su larga trayectoria y experiencia en estas cosas que más tarde la Hermana Teresa llamaría Ciencia del Alma, era para ella una garantía y se iba de allí confiada, segura de sí misma
Su don de videncia también iba en aumento. El Mundo Espiritual visitaba su casa todos los días a través de espíritus. Algunos de ellos en forma fugaz aparecían como un rayo de luz y desaparecían. Otros se detenían y le hablaban. Oía claramente sus voces, sus palabras de aliento, sus consejos e instrucciones. Daban la impresión de estar sembrando algo en ella, de estar preparándola, y lo hacían muy despacio para no alarmarla, para ir ganando poco a poco su confianza y que ella se la fuera teniendo a sí misma.
Al poco tiempo fue autorizada a concurrir a las sesiones espiritistas y lo hizo con frecuencia, aprendiendo en ellas muchas cosas que le serían de gran utilidad. Era entrar directamente al Mundo de los Espíritus, pero no ya alejada de su cuerpo como lo solía hacer diariamente, sino desde el plano físico a través de la mediumnidad de posesión.
Es necesario aclarar que la Hermana Teresa estaba dotada de todas las mediumnidades que son posibles tener, todas, no le faltaba ninguna y podía hacer uso de ellas cuando ella quería.
Esas sesiones fueron toda una escuela. En ellas se manifestaban espíritus de luz que dejaban mensajes alentadores, pero también lo hacía gran cantidad de espíritus errantes, aún turbados, tras años de haber dejado su materia; viviendo todavía los momentos previo a su partida. Otros conscientes de su estado pero sumergidos en el mal; espíritus perseguidores de algunos de los asistentes o de familiares de los mismos, que eran traídos por los Guías para que se hablara con ellos y se tratara de hacerles comprender el error que vivían, persiguiendo una venganza que se volvía contra ellos aumentando su culpa y alejándolos de Dios. También alegres o viciosos, tal cual habían sido en la Tierra que aún vuelto a su esencia, es decir la de espíritus que se empeñaban en cerrar los ojos a la realidad y seguían confundidos.
Su don de videncia le permitía ver el ir y venir de los espíritus, sus distintos estados y cómo tomaban el cuerpo o la mente de los médiums. Todo ello agregado a largas conversaciones que siempre procuraba tener con quienes la podían instruir la hacían avanzar rápidamente en sus conocimientos, que en gran parte se trataba tan sólo de un despertar, un recordar lo aprendido en otras existencias.
No tardó en confirmarse que también poseía mediumnidad curativa y los Guías ordenaron que ella la ejerciera, por lo que se convocó a una reunión íntima donde fue autorizada a actuar. Para ese fin espíritus de luz la saturaron administrándole fluidos. Fuerzas estas que, le advirtieron, aumentarían según el uso que hiciera de esa mediumnidad, que debería cumplir con el desinterés más absoluto, sólo llevada por el amor a Dios y al prójimo.
En esa Institución se hacía uso de esa facultad, pero puede decirse que en forma privada. Sólo entre adeptos y no de manera fija, continuada, sino cuando algún enfermo perteneciente a ella lo solicitaba y aún así sin seguridad de obtenerla. Tamaña contradicción dentro de esa Institución; poseer instrumentos curativos solo para sus miembros y solo si eran autorizados. Como argumento a esto se exponía que se temía mucho a la ley que prohibía, y aún hoy sigue prohibiendo, su aplicación, es decir la del ejercicio de la medicina sin título, dicho de una manera más clara el curanderismo. Ley que surge midiendo con una misma vara, a pretendidos médiums curativos que sólo son estafadores, y a los verdaderos misioneros dotados de una fuerza maravillosa, de esa llave mágica que abre puertas de un mundo más allá de la materia, y de él extrae el remedio que cierra las heridas de las almas enfermas.
Si bien las bases de la Institución eran sólidas, su obra era constante y metódica, y se hacía caridad en muchos aspectos, ese temor hizo olvidar que Dios no quiere la luz debajo de la alfombra, y por ello, durante años la mediumnidad curativa que es uno de los pilares hoy de los Templos de Dios que guía la Hermana Teresa, en esa Institución fue un algo casi desconocido; lo que sin duda hizo que muchas almas encarnadas con facultades, que guiadas desde lo Alto llegaron hasta allí, se malograran por falta de acción y de desarrollo.
La noche después de la reunión donde le permitieron utilizar esa mediumnidad curativa, la Hermana Teresa, se sintió capaz de realizar las más grandes cosas. Todo sacrificio que hacía le parecía poco; trabajaba con toda abnegación, sin pretender nada; sólo aspiraba a verse rodeada de almas agradecidas, encausadas hacia Dios a través de la noble Doctrina de los espíritus a la que abrazaría con fervor, por haberla entendido con tal claridad que habría afirmado que había nacido dentro de ella.
Ella pensaba que la prédica de sus enseñanzas, sería el complemento indispensable de su labor. Sus manos curarían los cuerpos, y su palabra curaría las almas hablándoles de Dios, de su pasado más allá de su vida actual, de su presente donde afloraban los efectos de errores de otras existencias, y de su porvenir brillante, ilimitado, que tendría que conquistar. Creyó entonces que así podría hacer espiritistas por centenares. Creyó inocentemente que nadie dejaría de abrazar esa Religión maravillosa, tras las pruebas que daría de la existencia de un más allá, de un mundo poblado por millones de espíritus que nos rodean e influyen en nuestras vidas.
El tiempo se encargaría de convencerla que estaba equivocada. Algunos años después La Hermana Teresa pensaba diferente, ya que contrariamente a lo que creía al principio, el terreno al cual arrojaba la semilla, no era el más apropiado para que floreciera.
Centenares de hermanos llegaron hasta ella en busca de ayuda. Lo hacían bajo el peso de su dolor, de sus problemas. No les interesaba el pasado ni el porvenir, los absorbía su vivir presente dentro de la oscuridad. Desaparecido o no el motivo que les había hecho llegar, salvo muy raras excepciones no los veía más. Y más raro aún, que entre los pocos que le quedaban llegaran a sentirse realmente interesados en encontrarse a sí mismos; interesados en su alma, en sus necesidades, en su cultivo, en prepararla para días mejores más allá de esta existencia. Sin embargo ella no renunciaba a seguir ayudando a todos los hermanos.
También comprendió, porque así se lo indicaban sus guías espirituales, que no debía preocuparle la indiferencia, ni la ingratitud de los hermanos encarnados. Era imposible apurar el tiempo, pero sus palabras nunca caerían en el vacío; y aunque no notara los resultados, quedarían como un sello grabadas en el alma de cada uno, y su eco terminaría por ser escuchado, no interesaba cuándo. Empezaría a comprender también que su verdadero trabajo estaba lejos del plano material, y cada uno que llegara hasta ella y lo ayudara, le tendería un valioso puente hacia el más allá: hacia el origen de su mal.
Varias veces pensó en la ironía de su existencia. Muy poco se había asomado hasta entonces al mundo en que vivía; casi le era desconocido. Casada muy joven, sus hijos, trabajos y luchas incesantes con su esposo no le dieron tiempo a salir al balcón, por decirlo de una manera, y desde allí contemplarlo tal cual era. Se agregaba a ello su aversión a toda lectura, lo que hizo que jamás leyera un libro, una revista o un diario.
En lugar de leer, viajaba y se instruía en ese otro mundo que casi nadie conocía, pero que era parecido a la Tierra. Allí contemplaba cosas que nunca podía imaginar que existieran en el plano que estaba. Desde allí no sólo se asomaba a un mundo cuya materia se agita, vibra y evoluciona, sino que se asomaba por primera vez a las almas que lo habitan, y ello hacía que muchas veces cerrara los ojos para no seguir viendo.
Lo que le asombraba en ese despertar era que veía muchas veces a los seres encarnados con dos personalidades. La real, la mayoría de las veces celosamente guardada, y la que aparecía a los ojos de todos. Tras las puertas de esos millones de pequeños mundos que son los hogares, vivían en lucha sorda y permanente, el amor, la maldad, la abnegación, la materia; y en la mayoría, la ausencia absoluta de Dios lo que le hacía fácil adivinar de quién era el triunfo.
Todo lo que ella veía reflejado arriba se lo confirmaban ampliamente aquéllos que, desesperados, agobiados por el drama que vivían, llegaban hasta La Hermana Teresa y no podían menos que despojarse del velo que ocultaba su verdadero yo, y desnuda ya su alma, decir lo que en realidad sentían.
Así se fue formando a medida que pasaba el tiempo, y se fue acostumbrando a transitar por los caminos del alma humana, tarea esta de una incalculable magnitud a cumplir.
Su mente hasta entonces adormilada, irremediablemente ajena a estas cosas tan importantes, despertaba. Y como si un cerco se rompiera de golpe, su pensamiento se extendía y comprendía mil cosas que hasta entonces le fueron indiferentes. Ignoraba la gran tragedia que vivía el mundo, del cual era ella también una parte, y por lo tanto también le afectaba.
Cuando al fin lo que aprendió le indicó que esta humanidad tenía un ayer, miró ese pasado y pudo notar cómo la humanidad caminaba a tientas, a tropezones, pero avanzando siempre. La humanidad misma se ayudó para hacer menos pesada la marcha, creando entre muchas cosas, la educación, la cultura, que suavizaron sus almas, y leyes, ante cuyo temor frenaron sus impulsos.
Todo eso hace tolerable la convivencia entre los seres humanos pero no pasa de ser un paliativo. La educación y la cultura, son sólo un barniz; el respeto a las leyes, sólo temor.
La Hermana Teresa decía que no podía seguir el mundo alimentándose de superficialidades, de cosas que parecían que eran pero no eran; de sonrisas que no eran tales; de palabras que no alteraban el sentimiento de quien las pronunciaba. Sabía que había excepciones, que, como alentadoras muestras de lo que podía ser, aparecían aquí y allá, pero eran sólo eso: excepciones.
Ella sostenía que había que ir al fondo del alma de los seres, tarea que aunque no demandara esfuerzo físico, sería sólo cumplida por gigantes de espíritu. Porque nada sería lo conquistado, sino se sanara esa alma que a través de su pensamiento, irradia al mundo, lo enferma y lo predispone a todo lo malo y a todo lo negativo.
Sus ansias de ayudar a cuanto ser doliente se le acercara, ese amor, hijo del despertar de su misión, le hizo quizás indisciplinada a los ojos de quienes, aquí en la Tierra, tenían autoridad sobre ella dentro de la Institución que la cobijaba.
Pese a las instrucciones recibidas, o sea atender solamente dentro de la Institución y para la Institución, ella no podía negarse y sus manos se alargaban una y otra vez, aliviando de su pesada carga, a esos hermanos necesitados que cada vez en mayor número, golpeaba su puerta y le suplicaban ayuda.
La Hermana Teresa estaba desobedeciendo las normas de esa Institución, una especie de desafío que nunca se había propuesto hacer y mientras que por un lado comenzaba a rodearse de almas agradecidas que la alentaban a seguir, una hostilidad, un clima tenso comenzaba a envolverla que se agravó cuando la policía allanara su domicilio y la detuvieron.
Su detención duró solo una noche, y en el proceso fue declarada culpable de ejercicio ilegal de la medicina, cosa que la Hermana Teresa nunca llegaría a entender ya que jamás había recetado a nadie ningún remedio, ni yuyo, ni siquiera un vaso de agua. Por ese entonces sólo imponía sus manos sobre los enfermos y pedía a Dios por su alma. Ella veía a través de su videncia que de los cuerpos de los enfermos se desprendía una gran cantidad de fluidos y se marchaban aliviados. Muchos de esos enfermos que acudían en su ayuda más tarde recuperaban su salud en forma total. Por otra parte la Hermana Teresa jamás aceptó ni un solo peso por curar a las personas. Ella se preguntaba: ¿Qué podía haber de malo en lo que hacía?
Nunca pudo recuperar un crucifijo que tenía en la cabecera de su cama y que se llevó la policía. Fue lo único que encontraron en el allanamiento que hicieron aquella tarde, como prueba de su delito.
Este hecho precipitó los acontecimientos dentro de la Institución. Pensamientos y murmuraciones iban y venían, la rodearon, le hicieron la atmósfera en ese lugar irrespirable.
Los miembros de la Institución consideraron que había actuado al margen de toda autorización y que se le había prevenido de los peligros que ello representaba. Su desobediencia, su indisciplina le había conducido a eso, a una detención y posterior sumario acusada de curandera. Pese a todo esto que le estaba sucediendo su espíritu en ningún momento sucumbió ni sintió temor, lejos de eso, sintió un estímulo y aceptó el desafío. Ese estímulo era la voz de su pasado, las promesas hechas a Dios. Su casa se volvió a llenar de gente, de hermanos que solicitaban su ayuda y otros tantos que habiéndola recibido iban a mostrarle más tarde su adhesión y su afecto.
Y todo fue inevitable, todo terminó un día en esa Institución. Se alejó de allí y la siguieron muchos, casi todos los que tenían el conocimiento de la doctrina. Este hecho no la tomó por sorpresa pues ya sabía, aunque no en detalle, que ello era inevitable. Fue un proceso lento, natural a los ojos de todos y que tenía que conducir a ese fin.
Un gran suspiro de alivio surgió entonces de muchos hechos de esa Institución, cuando quien había sido motivo de discordia tomó otro rumbo. Los miembros pensaban que todo volvía a la normalidad dentro de la Institución, el viento se había llevado la maleza y sólo quedaba la semilla fecunda, es decir sus miembros con la Hermana Teresa fuera de sus vidas.
Nadie sabía lo que había ocurrido. Tras de ella, la derrotada, como pensaban los conductores de la Institución, se cerró una puerta, pero Dios le abría un inmenso portal por el que entraría ese mismo día en triunfo, seguida por una multitud de espíritus de luz.
Varias cosas le sucedieron hasta el momento que terminara todo contacto con el lugar donde diera los primeros pasos en el camino espiritual. Para casi todos la Hermana Teresa era un motivo de discordia, era alguien que, víctima de sus fantasías o pretensiones, y más que nada de espíritus que la usaban como instrumento para llevar la intranquilidad, y la desunión entre el grupo. Una más que deambulaba sin norte, con mucho apuro, con mucho afán de notoriedad; afanándose por evidenciar dones que no poseía, facultades que sólo existían en su imaginación. Nada más lejos de la realidad como lo sabemos hoy.
Sin embargo le contaban a la Hermana Teresa que su salida de la Institución eran confirmadas, a veces, en las palabras de algunos espíritus burlones o perseguidores, que en las sesiones hacían alusión a “aquella pretenciosa” a “aquella que quería volar muy alto”; cosas que hacían más sólida la posición de algunos hermanos, en general bien intencionados, que como es lógico querían a la Institución que los cobijaba y estaban dispuestos a defenderla contra todo lo que significara una amenaza, un motivo de confusión, o una indisciplina. Sin embargo, la Hermana Teresa, jamás ha culpado a nadie porque nadie sabía nada, para ella obraron de buena fe.
Muy lejos estaban todos, de suponer que su llegada allí era todo un acontecimiento, que era el logro, en parte, de un largo trabajo realizado en lo Alto para que ello ocurriera, que para esto se habían movilizado muchos espíritus a quienes se les negaba en la Tierra esa colaboración indispensable para la continuación de esa labor. Más lejos estaban aún de imaginar que, inconscientemente, hacían todo lo posible por destruir los planes de Dios que llevaba a cabo a través de espíritus que los integrantes de la Institución adoraban y a quienes jamás hubieran osado contradecir.
En esas noches de sesiones de los martes, la Hermana Teresa había comenzado a ver una turba de espíritus cada vez más numerosa, que desde lo Alto merodeaba la sala de sesiones dando la impresión de querer entrar en ella y tomar contacto con los asistentes, lo que a veces conseguían en parte.
No se trataba solamente de almas que buscaban ayuda, pues éstas eran seleccionadas por los Guías y llevadas a tomar un cuerpo para manifestarse. Eran espíritus oscuros, perseguidores de los hermanos y enemigos de la Institución, que actuaban bajo la influencia del mal que accionan oponiéndose siempre al bien, a la luz, a todo lo constructivo: en ese aspecto esa Institución era una presa codiciada por la oscuridad para hacerla sucumbir.
La Hermana Teresa nunca descuidaba su deber. La llenaban de pena esas pobres almas en sufrimiento pagando sus errores, o esas otras errantes, durmiendo un largo sueño, que Dios mandaba allí unos minutos para que oyendo la voz material pudieran sentirse confortados y aliviados en su dolor, con la fuerza que les representaba una oración, o salieran de su letargo comprendiendo su nuevo estado de espíritu. Ella oraba por ellos, con el pensamiento les aplicaba sus armas abriéndoles un camino, y las hacía extensivas a los hermanos que los asistían los que parecían sentirse con más amor y más elocuencia para lograr su labor.
En el poco tiempo que duró su actuación entre ese grupo de hermanos, algo más de dos años, el revuelo y malestar que sin proponérselo ocasionaba su insistencia en seguir allí, donde observaba múltiples actitudes y aún escuchaba palabras que le invitaban a un alejamiento, Invitación que si Ella no aceptaba pasaría a hacer una orden. Todo esto llegó a ser una obsesión para muchos hermanos, que se traducía en pensamientos y murmuraciones que lo único que lograba era agitar ese mundo invisible de oscuridad, ansioso de ese alimento, que es a la vez, el imán que los atrae sobre los encarnados. Pues nosotros ya sabemos que la luz atrae a la luz, pero la oscuridad atrae a la oscuridad.
Por eso la Hermana Teresa los veía por docenas esas noches de trabajo, acechando cerca de ellos, ansiosos de tomar un cuerpo, Algunos lo conseguían estimular, para levantar con la palabra aún más los ánimos, así como venían haciéndolo a través de las mentes en las que creaban fantasmas inexistentes, dramas ilusiones, inquietudes feas. Pensaba la Hermana Teresa entonces, en lo sencillo que hubiera sido alejarse en paz con todos: no seguir siendo motivo de molestias. Ella sabía que podría abrirse camino fácilmente, estaba segura de la protección espiritual que tenía. Pero cada vez que lo proponía a las autoridades de la Institución se le decía que era necesario continuar, dar tiempo a los hermanos de la Tierra, ocasión de tomar decisiones, de asumir su responsabilidad.
Cada uno de esos hermanos estaba agregando una página más a su ya larga historia, tenían que ser ellos quienes la terminaran de escribir y no la Hermana Teresa.
Entristecida se marchó caminando aquella noche rumbo a su casa después de la sesión. Le acompañaban dos o tres hermanos que conversaban comentando lo visto y oído, a quienes casi no escuchaba, absorta en sus propios pensamientos, tratando de contestarse los interrogantes que ella misma se formulaba.
Su pena era motivada por la tristeza de ver aquel hogar querido enlutado. La puerta de la calle, las de acceso al salón, las ventanas, aparecían cubiertas por cortinas negras y moños del mismo color. Aún de los cuadros con las imágenes amadas pendían crespones, y todo ello daba al recinto un aspecto deprimente y sombrío, que se hizo más acentuado cuando al empezar el trabajo, como siempre, se dejaba encendida sólo una débil luz.
No estaba recibiendo, como otras veces, ninguna contestación a las preguntas que mentalmente hacía a lo Alto, donde reinaba un extraño silencio. Tuvo la sensación que algo había muerto o terminado, o que se había producido algún hecho, no lo podía saber, pero estaba segura que algo muy importante y triste había ocurrido. Miró los cuadros que adornaban la sala, esas imágenes que siempre lo observaban todo y le pareció que en sus ojos brillaban lágrimas. Claro que ello no podía ser, pero quizás en los ojos de esas nobles almas estaría ocurriendo algo de eso.
Ya en la noche estando sola como siempre en su casa, se acostó en su cama y se elevó al espacio. Allí se reunió con espíritus de luz que la esperaban y regresó con ellos al lugar que hacía horas había dejado, pero esta vez espiritualmente. Le fue necesario abrir un camino para poder llegar y durante mucho tiempo, de paredes, piso, techo, retiró junto a esos espíritus de luz que la acompañaban enormes cantidades de fluidos oscuros.
Nunca nadie iba a sospechar que aquella a la que habían tratado de la gran indeseable, de la que tenía que irse, la piedra del escándalo iba a limpiar espiritualmente la Institución.
Ahora bien. Esa institución fue creada unos cincuenta años antes de la llegada de la Hermana Teresa a sus puertas. Entre las muchas cosas que incluía su planeamiento, es decir su fundación, estaba la llegada en la época que se produjo de la Hermana Teresa y su acción dentro de ella, tendría una enorme serie de consecuencias que hacían a la marcha futura de la Institución y así el plan espiritual iba a continuar desarrollándose. Sin embargo ocurrió que en la fecha señalada Ella llega y nadie la vio, mejor dicho, la vieron no sé con qué ojos, y lo que debió ser recibido con aplausos y jubilosa algarabía, se convirtió en abierta hostilidad, quizás en odio en algunos, hacia quien acariciaba fantásticos sueños de usurpación.
No obstante ello la Hermana Teresa todo lo justificó ¿Cómo podían ellos llegar a conocerla si ella misma no se conocía aún, si estaba tan lejos de imaginar quién era, cuál era su pasado y cuál era su misión en esta existencia? ¿Cómo podían justificar ciertas actitudes de nuestra Guía, que eran directivas que recibía del Mundo Espiritual, para una acción que chocaba contra un estado de cosas un tanto anquilosadas, paralizadas, entumecidas?
Si hermanos ella todo lo justificó. Tan sólo hubiera deseado un poco de tolerancia, saber esperar, de analizarla, de verla actuar más tiempo. Si así hubiera sido, la historia de esa Institución, quizás hubiera sido otra.
El Mundo Espiritual, como siempre le había prometido que hablaría claro con esos hermanos, pero nunca lo consiguió. Los canales estuvieron siempre cerrados. El libre albedrío de los encarnados, nunca violado, jugó un papel decisivo en el desplazamiento de la Hermana Teresa de esa Institución.
La Hermana Teresa traía a veces esos recuerdos, no porque existiera en ella rencor, ni porque quería justificarse de alguna manera. Sólo Dios estaba para juzgarla. Por el contrario, siempre conservó un recuerdo agradecido para quienes la guiaron en sus primeros pasos por ese camino, cuyo recorrido habría de costarle tantas lágrimas y tantos sufrimientos.
Pero bueno, todo había terminado. Cruzó por última vez la puerta que daba a la calle, ya en la tarde noche, regresó a su hogar. Aún así le parecía percibir los ecos de la bulliciosa Asamblea que había dispuesto su alejamiento. Se vio rodeada de hermanos que le traían su adhesión y espíritus que la recibían triunfal y que llenaban de luz la vieja casa que por entonces habitaba.
De esta manera se había puesto el esperado punto final. Ese camino había terminado y para ella tras él se hacía el silencio. De aquella experiencia solamente le quedaría un vago recuerdo, como un pequeño incidente en su marcha, y solo de vez en cuando, algún hermano, como suele ocurrir, que iba queriendo reanimar esos episodios ya terminados, aparecían en su mente como sucesos borrosos, distantes, tanto los hechos como la Institución.
Desde ese día lo que le sucedió pareció esfumarse. La Hermana Teresa vivió y siguió viviendo un presente pleno, intenso, y eso la colocó frente a un porvenir que la absorbió, que la llamó y hacia él fue con total convicción.
Esto que se narra, ocurrido durante su despertar espiritual en todo su esplendor, nos los dijo en su mensaje del 03-06-20 respondiendo a una pregunta que Carlos, quien porta el legado de la Hermana Teresa hoy, le hizo, si bien no con este grado de detalle pero lo mencionó de esta manera:
Carlos le dice a la Hermana Teresa:
“Lo que quiero decirte Abuela que Yo entiendo el dolor de los hermanos, no que los desplazamos, sino que ellos venían ya de esa trayectoria, de Eduardo, de Enrique, de Arias, del Abuelito Luis y del Maestro Francisco Sierra, que no es que el Maestro Francisco Sierra no nos ayude acá. Pero bueno fue duro porque ustedes me lo venían diciendo y todo fue en etapas. O sea, si bien se marcó el egoísmo que lamentablemente es difícil de explicar, que mejor que vos lo expliques. Porque el egoísmo también lo puede llegar a tener un espíritu y eso es lo que cuesta que la gente entienda y que uno lo hizo, no desde el odio, sino desde la confusión como me dicen ustedes. En la Tierra se llama traición y en el espacio se llama confusión. Entonces Yo por ahí no tengo la mejor manera de decir las cosas que por ahí son cosas que tengo que purgar y corregir, porque todos tenemos que acá corregir algo. ¿No cierto?”
La Hermana Teresa le responde:
“Es así como lo dices y voy a remitirte al tiempo en el que transité por otro lugar y no era tomada en cuenta. Entonces tuve que tomar la decisión entre seguir mintiendo o decir la verdad.
Un grupo de hermanos me sigue. Simplemente mi trabajo era hacer lo espiritual. También a ellos partir de ese lado y tomar la confianza en otro ser fue arriesgado.
Una creencia no es algo que nace desde un instante, que se puede cambiar. Una creencia es algo que viene desde existencias, por decir, que se va completando de existencia en existencia.
Esa creencia es difícil de modificar pero no es algo que no se acepte, quizás más bien como Tú dices traslada esa confusión de esos espíritus de luz a la Tierra y borra esa palabra traición. Entonces quizás esos hermanos puedan entender de otra manera porque esa creencia ellos lo traen de existencia en existencia y cómo borras lo que trae una existencia anterior. Debes ir viendo como en ésta ese ser va corrigiendo y va aceptando porque a través de las pruebas va a aceptar que ese es el camino.
Por eso Teresa os dice: no juzgo a esos espíritus. Fueron etapas, fueron circunstancias en este momento.”
Hermanos y hermanas esto es sólo una parte de la existencia de la Hermana Teresa, pero es una parte esencial para que todos aprendamos. A nuestra Guía en vida, en su etapa inicial en la cual se le despertaron todos sus dones, no la entendieron igual que a Jesús. Nada más que a Jesús lo crucificaron, menos mal que ya en la época de la Hermana Teresa no existía esa pena sino tal vez terminaba de la misma manera pero igual no pudo zafar de estar un día detenida y acusada de curandera. Lo importante en notar de esta historia contada por Ella misma en vida es lo que lleva a hacer a los humanos el estar ligados ciegamente a una determinada Religión que a su vez son escritas por los propios humanos y que tienen normas inflexibles. Rechazan a otro mesías.
Sin ir demasiado lejos y aquellos que están en este camino desde esa época y vieron nacer a nuestros Faros de Luz han visto también lo que atarse a una determinada Religión produce. El cierre de uno de los Templos por cuestiones meramente de poder, de egoísmo, de no importar el prójimo, de afirmar la fantasía de la existencia de hospitales astrales, de no importar el para qué y por qué fueron levantados estos Templos. La Hermana Teresa tal cual lo dice en ese fragmento del mensaje que se transcribe se dedicó de lleno a lo espiritual, a su verdadera misión. Sin embargo aquellos que la siguieron volvieron a cometer el mismo error de la anterior Institución el fundar una Religión y de esa manera hicieron que de alguna forma la Hermana Teresa fuera nuevamente desplazada. Sin embargo, el Mundo Espiritual siempre actúa para colocar las cosas donde deben ir, es por ello que hoy es diferente a todo lo que aconteció. El portador del Legado hoy es un guerrero y la Hermana Teresa es nuestra única Guía tal como Dios dispone que así sea.
Si vamos a aspirar a que nuestros espíritus evolucionen, o más aún si aspiramos a que este Plano Tierra evolucione, no lo vamos a lograr con ataduras, con discriminaciones, con imposiciones de ningún tipo. La Hermana Teresa nos enseña que nadie es más que nadie, que abracemos a todos los hermanos que vienen a nuestros Faros de Luz independientemente de la religión que profese. Lo importante no es la Religión, lo importante es el hermano que necesita ayuda, lo importante es la espiritualidad, lo importante es la Fe en que Dios te protege, Jesús te ilumina, la Hermana Teresa te guía y María te acompaña.
Luego de ser desvinculada de la Sociedad Espírita en la cual la Hermana Teresa comenzó a comprender todas las cosas espirituales que le estaban ocurriendo. Una nueva etapa comenzaba en su vida. Ella creyó que esa Institución era el lugar indicado por donde tenía que transitar su camino, pero no fue reconocida, no fue comprendida, no fueron valorados los dones que Dios le había otorgado por los hermanos que formaban parte de esa Institución. Esto ocurre con la mayoría de los mecías, profetas, genios y lumbreras que encarnan en este Mundo. Los seres humanos inmersos en un materialismo voraz no logran comprenderlos, no logran entender que ellos vienen en nuestra ayuda y al no entenderlos estos seres de luz son despreciados. Sólo es recurrir un poco a la historia para darse cuenta de lo que se menciona.
En esta nueva etapa, aparte del abundante conocimiento espiritual que había adquirido en la ya mencionada Institución, se le iba a acercar un hombre para brindarle el cariño y la contención que nunca pudo lograr con su primer esposo. Su nombre era Frias. Sin embargo, junto con la aparición de Frias en su vida, un hombre muy bueno, iba a llegarle una advertencia desde el Mundo Espiritual. Ella no debía contraer matrimonio con él. La misión que tenía por delante para desarrollar la debía afrontar sola, sin compañero. A esta advertencia la Hermana Teresa no le hizo caso.
Al poco tiempo de su desvinculación con la Sociedad Espírita se presenta ante ella una paloma, El Espíritu Santo según comentaba la Hermana Teresa, quien le transmitía instrucciones de lo que tenía que hacer. Una de esas instrucciones fue que iba a construir tres Templos y la otra directiva que recibió fue la que debía abrir espiritualmente un gran cono de luz, es decir un puente entre este plano Tierra y el Mundo Espiritual para que los más consagrados espíritus de luz custodien para su llegada.
Evidentemente y cuando la Hermana Teresa cuenta a sus más allegados esto que le instruían volvieron a no comprenderla y a tildarla de loca.
Rosa Esther, una de sus hijas, contaba esta historia, que cuando la Hermana Teresa le mencionó que iba a fundar Templos ella le dijo:
“Mamá ¿Templos? ¿Vos estás loca? ¿De dónde vas a sacar el dinero para construir Templos?
Salir de esa Institución nuevamente te trajo a la locura.”
Ignorando lo que le decían y obedeciendo todo lo que esa paloma que veía le instruía, Ella misma dibujó en una hoja como debía ser la fachada y como debía ser la tarima en su interior. Comienza a construir el primer Templo en Bahía Blanca, el de la calle Patricio 336, con la inestimable colaboración y participación de sus seguidores debido a los grandes milagros y pruebas que ya por ese tiempo Dios le concedía. También se recurrió a la ayuda de un crédito que se solicitó para la construcción del primer Faro de Luz. La inauguración se produjo en Septiembre de 1958. Y en 1969 se inauguró su otro Faro de Luz, el de la ciudad de Punta Alta.
Durante ese tiempo contrae matrimonio con Frias, al cual sólo pudo disfrutar muy poco tiempo como materia. A los pocos meses de estar casado su nuevo compañero tuvo que dejar de compartir el mismo cuarto. Comenzaba pues, su nueva y gran obra la de construir un puente espiritual, un cono de luz, directo entre la Tierra y lo Alto teniendo que librar espiritualmente batalla tras batalla para abrir cada uno de los treinta y tres (33) planos que separan al Plano Tierra de la perfección.
Todos los sábados la Hermana Teresa concurría a las ceremonias en el Templo donde sanaba a los hermanos que a Ella acudían.
Cierto día la paloma se le acerca y le instruye respecto al uniforme que tenía que vestir los días sábados en el Templo. Se trataba pues de una herramienta espiritual que le habían otorgado desde lo Alto. Esa herramienta era su capa la cual debería vestir los sábados sanadores y donde realizó grandes milagros en esas ceremonias.
Posteriormente le fue otorgado el Manto Sagrado de Jesús, una de las herramientas espirituales más poderosa con que hoy contamos en nuestros Faros de Luz, para que Ella misma lo utilizara. La Hermana Teresa en su visita del 03/10/2019 nos dijo:
“Es Jesús que en mi existencia de la Tierra, en mi morada por decir así, llegó una noche y me dijo: Teresa aquí tienes el manto, extiéndelo sobre los hermanos, incúlcales la fe, la esperanza en Dios y verás que ellos sanarán sus materias”
Así que sabemos que fue Jesús quien se lo entregó. A partir de ahí Ella lo extendía estando encarnada durante las ceremonias de los sábados y aún hoy lo extiende desde lo Alto siendo espíritu. Con esta nueva herramienta espiritual los milagros se multiplicaron y su nombre se aclamaba en varias ciudades pero siempre de los labios de la Hermana Teresa podíamos escuchar el Dios y Jesús.
Desde el mismo momento en que la Hermana Teresa hubo completado su misión, la de abrir el cono de luz a través de los treinta y tres planos, desde lo Alto, comienzan a hacerle notar que su misión en la Tierra había concluido y que ya no le quedaba mucho tiempo en esa materia. Comienzan a prepararla para su partida. Se acercaba el día de su cumpleaños y los hermanos de la Tierra le estaban preparando una fiesta y la Hermana Teresa les comenzó a decir a los hermanos de la Tierra que en lo Alto le estaban también preparando una fiesta.
Con una paz inmaculada y siempre con Dios y Jesús en sus labios preparaba su partida que iba a ser el día 12 de Julio de 1976, el día de su cumpleaños número 68. En plena fiesta y luego de bailar la primera de las piezas, se sentó en una silla, colocó sus anteojos arriba de la mesa y partió sin siquiera emitir el más leve gemido para dirigirse a la otra fiesta preparada en lo Alto por su llegada.
A la Hermana Teresa no le importaba el hecho de estar en la Tierra, ya que la complejidad de los encarnados le provocaba cierto fastidio, sobre todo de aquellos más cercanos, porque Ella estaba muy lejos de poder comprender la envidia, los egos, las dudas y los miedos. Sólo se avocó a su misión y no se preocupó de las miserias que sabía que en algún momento iban a hacer mucho daño en lo que ella había logrado. Todo esto pasó a un segundo plano para la Hermana Teresa. Para Ella lo importante era que sabía que esa era su última existencia y que su trabajo en el espacio iba a continuar. También sabía que en algún momento sus Faros de Luz, con el consentimiento de Dios, se colocarían viento en popa para ser conducidos bajo su guía, porque todo está dispuesto desde lo Alto por eso causa y efecto.